La recién serie «Titanes del caribe» en la ciudad de Nueva York resultó espectacular y exitoso desde el punto de vista asistencial.
A pesar de la temperatura, adversa para los que viven en República Dominicana, pero no para los dominicanos en la «Gran Manzana», fue un fin a de semana de fiesta, dominicanidad y hermandad. Claro, sin contar con las «caricias» que se dieron unos necios en las gradas.
El hecho es que la organización costó no más de 8 millones de dólares según el empresario artístico Félix Cabrera, es más, quizás menos, porque quien organiza «se cubre por si acaso».
Si ese fue el costo, y la boletería pudo haber arrojado un total aproximado de 9 millones de dólares, entonces, esta serie de béisbol de tres partidos entre Águilas Cibaeñas y Tigres del Licey fue todo un NEGOCIO.
Aunque, todo cambió cuando el presupuesto se cubrió sólo con la boletería.
El plan inicial era acercar más a los dominicanos con un patrocinio o respaldo del gobierno dominicano en la persona del cónsul en Nueva York, Eligio Jáquez, quien a todas luces aparenta haber sido el garante de la inversión y, al menos, del cumplimiento de lo acordado entre las partes (cualquier parte).
EL GRAN «BISNES»
Entonces, ya que sabemos que fue entretenido para todos los asistentes, que tal si nos concentramos en el gran negocio.
Cuando se organizan este tipo de actividades, todo lo que se vende en el estadio tiene un porcentaje para los organizadores, y lean bien TODO.
Osea, comida, bebida, ropa, souvenirs, le deja un «cacagito» al grupo organizador para que «empaten» en caso de que no logren la asistencia ideal.
Ahora, en el Citi Field, las cosas fueron diferentes, pues el departamento de «A y B» se quedó corto en planificación, almacenamiento y/o provisiones.
Dicen que nunca antes se le había agotado el alcohol en dos días consecutivos desde el 2009 cuando se inauguró el estadio.
Y se van más allá, nunca antes una marca cualquiera de bebida alcohólica se había terminado por todos lados, y esa fue el wishky «etiqueta negra», tanto sábado como domingo.
Entonces, como nadie bebe sin comer, y la comida tiene precios especialísimos en los estadios, nos atrevemos a concluir que definitivamente, lo que se veía sacrificio, miedo a organizar, escepticismo al éxito, terminó siendo un extra, súper, mega, negociazo.
LA GRAN PREGUNTA
Como todo en la vida, luego de un éxito o fracaso, siempre hay interrogantes, y esta ocasión no es la excepción.
Los inversionistas al principio fueron dados a conocer, todo entendible, querían que el sacrificio se reconociera, pero ahora, que no fue sacrificio, ninguno anda «dando el pecho», toda esta molestia para que no le apliquen la libre matemática y le saquen en cara que la ganancia fue buena.
Si el gobierno dominicano tuvo una inversión, o sólo sirvió de garante en las contrataciones, conversaciones y acuerdos, sería lógico que reciba una «boronita».
Ahora bien, ¿Quién tiende la mano, el gobierno central o alguna dependencia descentralizada nacional o diplomática?
Estemos atentos, que ya se planifica la parte 2, quizás en el Yankees Stadium, y de una vez dirían en las esquinas de los -nuevayores- «ay ñeñe, así quien no».