Hace casi 50 años yo era limpiabotas y frecuentaba la Núñez de Cáceres con 27 de Febrero.
En esa esquina vivía Manuel Mota.
Cada mes de enero, Mota daba juguetes a los niños pobres.
Yo era uno de esos niños que iba a su casa.
Desde esa edad, también era fanático de los Tigres del Licey.
Siendo Mota un ícono del Licey, mi admiración por él se duplicó.
Luego, décadas después, como cronista deportivo, me ha tocado entrevistarlo varias veces.
Entrevistas en su casa, y eso ha hecho que lo quiera aún más.
Al enterarme ayer de que sufrió un derrame, me sentí muy triste.
Su hijo José Mota le dijo a Héctor Gómez que, dentro del cuadro peligroso, Mota mejora.
Con más de 50 años con los Dodgers, Mota lo ha hecho todo: jugador, instructor, traductor, comentarista, asesor… un verdadero caballero que siempre sonríe y todo el mundo lo quiere.
Le pido a Dios que le preserve la vida.
Entre sus virtudes destaca su calidad humana; ayuda a mucha gente y merece vivir más.
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