Durante toda su historia, las Grandes Ligas ha sido marcada por épocas en las que grandes estrellas y superestrellas hicieron alarde de su talento, para sobresalir ante los demás jugadores.
Pero también hubo muchachos que crecieron, casi en el anonimato, con condiciones extraordinarias y de tanto talento que podían, con poco entrenamiento, saltar a la gran carpa sin tener que pasar por las manos de las academias o los famosos preparadores de talentos.
Este fue el caso de Octavio Antonio Fernández Castro, mejor conocido como Tony Fernández, quien fue descubierto por el scout de los Azulejos de Toronto en el país, Eppy Guerrero, que lo firmó como agente libre amateur; es decir, sin reclutar por organización alguna, logrando subir al equipo grande en la temporada de 1983, específicamente el 2 de septiembre, por sus grandes condiciones.
Fue parte de ese equipo que ganó la Serie Mundial en 1993. Tony Fernández, apodado también “Cabeza Fernández”, nació el 30 de junio de 1962 en la ciudad de San Pedro de Macorís. Un shortstop que jugó durante 19 temporadas en Grandes Ligas, siendo pieza importante en varias campañas, principalmente para los Azulejos de Toronto.
Fernández logró escalar tan alto en el equipo canadiense que luego de que le entregaran la posición de campocorto, en la temporada de 1985, se convirtió junto al primera base Fred McGriff en la estrella del equipo, contribuyendo en esa misma temporada (85) a que la club ganara su primer título de la división ese año. Su destreza con el guante lo llevaron a establecer un récord para un shortstop con un porcentaje de fildeo de .992 en el año de 1989.
Fernández siguió siendo la estrella de los Azulejos hasta poco antes de la temporada de 1991 cuando sorpresivamente fue cambiado junto a su compañero McGriff a los Padres de San Diego, en un cambió que llevó a Toronto al segunda base puertorriqueño Roberto Alomar y al jardinero Joe Carter.
Durante su carrera, además del campocorto, Fernández también defendió la segunda y la tercera base. Jugó su último partido en Grandes Ligas el 7 de octubre de 2001 con el equipo que debutó. Terminó su carrera con un promedio de bateo de .288 con 844 carreras remolcadas, 1,057 anotadas, 94 cuadrangulares, 92 triples y 414 dobles en 2,158 partidos.
Como fildeador ganó cuatro Guantes de Oro (86-87-88 y 89) y fue elegido en seis ocasiones para el juego de las estrellas. Además, estuvo en la boleta para la elección del Jugador Más Valioso en cuatro ocasiones (86-87-88 y 89).
En la Liga Dominicana debutó en la temporada 1981-82 con los Tigres del Licey, equipo con el que jugó el resto de su carrera. En la pelota local terminó con promedio de .268, 211 hits, 20 dobles, 10 triples, 60 remolcadas en 788 apariciones al plato.
Fernández es parte del Toronto Azulejos Level of Excellence, máximo galardón que otorga el equipo de Toronto desde el año 2001.
“Vete a jugar con tus nietos”
Durante la temporada regular de 1987, Tony -Cabeza- Fernández se enfrentaba al entonces veterano lanzador Phil Niekro, quien pertenecía a los Indios de Cleveland.
Niekro dominó con facilidad al dominicano, causando gran frustración en el nativo de San Pedro de Macorís. Fernández, airado y molesto, llegó a la cueva del equipo y desde allí le vocifero a Niekro: “Ya está bueno, vete a jugar con tus nietos, abuelo”.
Pasaron unos meses desde aquel incidente y los Azulejos de Toronto se fortalecían con miras a llegar a la postemporada. El conjunto, de buenas a primera, adquiere los servicios del pitcher Niekro para robustecer el cuerpo monticular. Mientras Cabeza se duchaba en el camerino de los Azulejos, uno de los compañeros de equipo recuerda los improperios que el dominicano le gritó Niekro.
Fernández sale de la ducha y se encuentra frente a Niekro. Se miran a la cara, pero inmediatamente se dan cuenta que ya eran cosas del pasado. Se dieron un apretón de manos.
«Si las miradas de ojos mataran»
El combinado con sede en Canadá asistió a los playoffs de 1985, primera temporada de Fernández como titular en el campo corto. Cabeza recibe una llamada inesperada de un vecino de su hermana, que residía en Villa Juana, Santo Domingo, Distrito Nacional. El joven le informaba que viajaría en los próximos días a Canadá y que quería quedarse en su casa.
Resulta que la esposa de Fernández estaba en desacuerdo con el pedido, ya que el muchacho era desconocido para ella, además de que faltaban pocos días para que alumbrara a su primer hijo.
Como el chico prometió, llegó a la ciudad de Toronto e inmediatamente se comunicó con Fernández. El torpedero recoge al visitante y llama rápidamente a un amigo para que lo acepte en su casa, pero con la condición de que lo traslade hasta su vivienda porque no puede buscarlo. El amigo de Cabeza vivía a dos horas del estadio Skydome de Toronto y el partido iniciaría a las 7 de la noche.
Fernández calcula que puede ir y regresar a tiempo para el juego. Llega a la vivienda del amigo a la hora señalada y se devuelve con la mayor rapidez posible.
Sin embargo, sucede lo inesperado: un tapón larguísimo en la autopista. Un agente de tránsito nota que el torpedero regular del equipo de béisbol de la ciudad está metido en la congestión de carros.
Le pregunta el porqué no está en el estadio, y de forma rápida, le abre espacio y lo escolta delante hasta el parque de pelota. Cuando Fernández llega a la cueva del equipo, ya estaban tocando las notas del himno nacional.
Durante sonaba la canción, el mánager Bobby Cox lo mira fijamente y le corta los ojos. El dirigente puso a su compatriota Manny Lee en el campo corto, pero en la segunda entrada metió a Cabeza en sustitución.
Terminó el partido, bateando tres hits en cuatro oportunidades con el madero. “La tardanza es una falta de integridad”, manifiesta Fernández.
El libertador
Cuando Cabeza pasó vía cambio a los Padres de San Diego, Tony Gwynn fue quien lo recibió. Al saludarlo, le dijo “llegó nuestro libertador, Moisés”, en alusión a que el equipo había perdido en un par de oportunidades en la postemporada. Mientras que Fernández le respondió: “Y tú eres Josué”. Ambos jugadores son cristianos hace muchos años y desde ese acontecimiento se empezaron a llamar de esa manera y no con sus verdaderos nombres.
Tony: Debí ser doctor y no pelotero
En 1993, Fernández jugaba para los Mets de Nueva York. Luego de una aplastante derrota, donde ningún jugador se destacó en la ofensiva, Cabeza caminaba por el túnel rumbo a los vestidores, junto al dirigente Jeff Torborg. Torborg le expresaba a Fernández que la derrota fue humillante, mientras que Cabeza le ripostó diciendo: “Debí ser doctor y no pelotero”. Ambos explotaron en carcajadas e hicieron la historia a los demás jugadores de la organización.
«La protesta invisible»
Mientras militaba con los Yanquis de Nueva York, Cabeza compartía tiempo de juego con Randy Velarde, situación que asegura no era muy agradable para él. En uno de esos días que lo dejaron en la banca, en protesta, no se movió de su asiento durante las prácticas y el partido. Luego, se sintió mal por su comportamiento y se dirigió a pedirle disculpas al dirigente Buck Showalter, quien le agradeció el gesto y le instó que hiciera lo mismo con sus compañeros.
Cabeza reunió al equipo y le explicó lo que había hecho. Don Mattingly le respondió que eso fue una protesta indivisible porque nadie se dio cuenta. Relata Fernández que todos se “murieron de la risa” Al día siguiente, Fernández bateo para el ciclo: sencillo, doble, triple y cuadrangular.
Año Edad Equipo Salario
1985 23 Toronto $ 127.500
1986 24 Toronto $ 275.000
1987 25 Toronto $ 400.000
1988 26 Toronto $ 875.000
1989 27 Toronto 1.400.000 dólares
1990 28 Toronto 1.500.000 dólares
1991 29 San Diego 2.100.000 dólares
1992 30 San Diego 2.100.000 dólares
1993 31 Mets $ 2,300,000
1994 32 Cincinnati $ 787.500
1995 33 Yankees 1.633.335 dólares
1996 34 Yankees 1.500.000 dólares
1997 35 Cleveland 1.550.000 dólares
1998 36 Toronto 2.000.000 dólares
1999 37 Toronto 2.250.000 dólares
2001 39 Milwaukee $ 600.000
Total 21.398.335
Nota: Tomado del Libro «Anécdotas contadas por los propios peloteros»